Qué gran labor la de este colectivo que en ocasiones cura, siempre cuida y también acompaña.
Esa labor silenciosa, continua, paciente, hecha día y noche todos los días del año, a pie de cama, de quirófano, de sala de curas, de aulas, en domicilios, en casa, en centros de atención primaria, en residencias, en pacientes agudos, en crónicos, en terminales… A todos nosotros nos ha atendido un@ enfermera desde el mismo día que nacimos.
Una gran parte del alivio de un duelo radica en compartir tu dolor, en nombrarlo, en no silenciarlo, en no tener vergüenza ni miedo al reproche social por resultar pesad@s
Y es que el duelo está lleno de miedos, silencios, secretos, juicios, tabúes…. y, consecuentemente, de aislamiento y soledad. Y entonces cuando, de permanecer en este camino, el dolor se hace herida, la herida se hace llaga y la llaga acaba por lacerarse, por cronificar y permanecer en el tiempo… Y no hemos de llegar ahí.
Este post es un reconocimiento a vuestra profesión y una llamada a que pidáis lo que necesitéis, a ser agentes activos de vuestras vidas y vuestras profesiones, a expresar de forma dialogada las cosas que son significativas para vosotr@s pues, con frecuencia, no todos interpretamos lo mismo a partir de las mismas palabras expresadas.
Mantened vuestra confianza en vuestra gran labor y vuestro amor por el cuidado de la persona enferma porque como ya expresó Shakespeare “la pena que no habla murmura en el fondo del corazón y le invita a romperse”.
Feliz día de la enfermería