Más de una vez familiares, amigos o personas cercanas a la persona en duelo expresan su preocupación cuando ésta no desea recibir ayuda por parte de un profesional.
Es normal como persona cercana quieras ayudar a aliviar el dolor y sufrimiento de tu familiar o amigo-a en un acto de cariño y cuidado hacia ella. En ocasiones esta inquietud también puede responder a la necesidad de ofrecer y compartir aquello que a uno mismo-a le ha ido bien y que crees también le puede hacer a él o ella. Otras veces puede responder a la necesidad de aliviar el dolor que a nosotros nos causa el ver a un ser querido sufrir. Sea lo que fuere, todo es natural y legítimo.
Sea cual sea el motivo por el que se ofrece esta ayuda, también hay que saber que nada se puede hacer por alguien, esté en duelo o en cualquier otra circunstancia vital, que no quiere recibir ayuda o dejarse ayudar. Y eso hay que respetarlo, la manera de llevar su duelo, el ritmo, la forma y la decisión de quienes son sus compañeros-as de viaje es legítimamente suya. Y es que para iniciar o estar en un proceso terapéutico es imprescindible el compromiso y del deseo de la persona de querer ser acompañado, de estar mejor, ya que de no ser así nada funciona pues no es un compromiso sincero. Nadie, ni familiares, amigos-as o terapeutas, puede hacerse responsable de trazar su proceso.
Hay es que hay múltiples razones por las que una persona en duelo no quiera recibir ayuda. Entre otras, podríamos enumerar argumentos como:
– Yo sola puedo con mi duelo
– Todos-as vivimos las mismas pérdidas y la mayoría se las apañan solos-as
– Quiero marcar mi ritmo, cuando y como me apetezca
– No quiero que me duela menos, quiero seguir sintiéndolo-a cerca.
– No quiero que se me pase este dolor, cada uno carga con su culpa
Y es que por más razón que puedas llevar, por más que le fuera bien que alguien le echara una mano o le ayudara a dar unos pasitos, obligar a alguien a hacer algo que no quiere no es recomendable, al contrario, puede ser vivido como una intromisión, una falta de respeto, una desconsideración.
Y es que el duelo tiene sus tiempos y no sabe de prisas, por lo que como acompañantes también hemos de aprender a ser pacientes y a gestionar nuestras necesidades cuando es la otra persona la que está en duelo.
El duelo también nos pide respeto por sus decisiones, por su ritmo, por la manera única de gestionar su dolor. Y desde el respeto acompañamos y somos testigos de su dolor sin juzgarles. La escucha es una de las mejores medicinas que puedes darle a una persona que ha sufrido una pérdida significativa, mejor que cualquier otra recomendación, remedio casero o farmacológico. Con esta actitud, no exenta de dificultad cuando es un ser cercano, le estamos diciendo a la persona que confiamos en ella y que sabemos que sólo ella sabe de verdad lo que necesita para seguir volver a tomar las riendas de su vida y que cuando de verdad lo sienta y se encuentre con energía tomará las decisiones necesarias para hacerlo posible, de acuerdo a sus valores y lo que para ella es importante.
Porque el duelo es un ir hacia adentro, un conectar con uno mismo para saber dónde debemos sujetarnos cuando todo se ha roto. Y eso lo ha de sentir la persona que lo está viviendo.
Si sientes que es el momento de que alguien te acompañe no dudes en ponerte en contacto conmigo para transitar tu duelo de una forma sana y segura.