No es necesario haber perdido a un ser querido para que estas fechas se nos hagan cuesta arriba. Y es que son muchas las expectativas que, individual y socialmente, vertemos en estos días.
A veces es la ausencia de un gran amigo-a que está a miles de kilómetros, otras es el balance de un año que ha sido y sigue siendo especialmente complicado para ti, el llevar tiempo en una relación en la que estás mal y aún sigues en ella, el no poder regresar a tu país y abrazar a los tuyos, el tener a un familiar en estado crítico ingresado en un hospital, el estar recibiendo un tratamiento que te deja sin fuerza en la lucha por seguir viviendo y, por supuesto, el haber perdido a tu ser querido.
Y si a tu situación personal le añadimos la presión mediática y social de vivir un momento idílico de alegría, amor y reencuentro familiar, es fácil que sientas que no puedes con todo y que te entren ganas de desconectar de todo en un deseo de allanar la cuesta que estás transitando. Normal.
Y ante esta situación tan real y compleja, quiero compartir contigo algunas pautas y por alguna te sirve de ayuda e inspiración en estos días.
Date permiso. Recuerda que tienes derecho a tener vaivenes emocionales y más si estás viviendo un momento difícil. Puede que a ratos estés bien, conectada-o, tranquila, y a ratos algo te haga estar triste, molesta o abatida. Ten paciencia contigo misma y acepta que va a ser así. No te exijas ser perfecta ni te fuerces a bloquear una realidad en la que estás inmersa.
Detente y respira. Cuando estés desanimada-o, perdida o cansada date un pequeño descanso, tómate un café o una infusión y respira. También puede ayudarte a detenerte salir al balcón de tu casa o si estás en la calle sentarte en un banco un ratito y respirar. Date un espacio y un tiempo de calidad. Conecta con el momento presente, con el calorcito y el aroma de tu café, o con el frío en tu rostro, observa tu respiración, el aire que entra y sale por tu nariz, con el movimiento de tus pulmones, con las sensaciones en tu cuerpo, en tu cabeza, en tus manos, en tus piés. Y quédate ahí, observando y tomando conciencia. Verás que en pocos minutos, al alejarte un poco de los estímulos exteriores y volver a tí, te vas aquietando y sintiéndote mejor. Practica estas pausas tantas veces como las necesites. Son una manera natural y sencilla de bajar revoluciones, escucharte y darte lo que necesitas.
Haz planes ajustados a tu realidad, a tu momento, a tus fuerzas. Soñar puede ser algo bonito pero acabar agotada-o antes de empezar es una manera y un alto riesgo de arruinar un encuentro. No idealices el momento. Piensa que los ratitos de calidad son los que nos llenan, más que la cantidad de cosas que hagamos y organicemos.
Respeta también el momento de aquellos con los que compartes estos días. Igual que tú estarán viviendo su particular situación. No hagas comparaciones. En realidad, estar juntos es todo un arte. Poder estar ahí presente con todas-os y cada una-o, con lo que traigamos, con lo que surja, acercándonos a lo que realmente estamos viviendo, y no a las expectativas o a las apariencias, hace que tengamos un encuentro más próximo y cálido.
Elige cuidarte. No te dejes llevar por cosas que haces y que no te aportan: tele basura, exceso de redes, de sofá o de aislamiento. Haz un esfuerzo por no dejarte llevar por cosas que te roban energía y te dejan el ánimo más bajo de lo que tenías. Planifica día a día tus actividades para tener el control de tu día. Busca la compañía y las actividades que te nutran.
Cultiva la compasión. Recuerda que el momento puede ser difícil de partida. No añadas más exigencias, reproches o tensión. Es muy difícil que todo salga perfecto estos días. A veces hay cosas que han estado ahí presentes durante el año por lo que no se van a solucionar o a desvanecer en un día. Sé compasiva-o con todo ello, contigo misma y con los demás.
Agradece. Párate unos segundos para observar y hacerte consciente. Seguro que a pesar del difícil momento por el que estás pasando eres capaz de darte cuenta de pequeños rayos de luz que acompañan tu día: la sonrisa de tus hijos-as, la llamada de tu amiga-o, el detalle que te trae tu vecina, el sol y la luz que llenan este día, el tener un hogar que te refugia, un gesto amable de un compañero-a… Deja espacio para reconocer, sentir y agradecer aquellas cosas y pequeños detalles sí están presentes en nuestra vida.
Espero que algo de todo esto pueda serte de utilidad. Ve día a día, paso a paso y concéntrate en aquellas pocas cosas que sean importantes para tí.
Un cálido abrazo.