En toda relación terapéutica es muy importante la construcción de un vínculo entre el profesional y el paciente que sea cercano y de confianza, donde se pueda expresar y reflexionar sobre lo que la persona vive, siente, piensa, hace… para poder enfrentar las dificultades de la experiencia vivida sin miedo a adentrarse y a explorar el nuevo mundo que le se presenta.
Crear seguridad es la primera necesidad a atender en toda relación terapéutica, debiendo ser generada de forma única a partir de lo que cada paciente trae y necesita. Mi mirada como terapeuta es ofrecer al paciente una relación sentida, algo que va mucho más allá de la mera comprensión mental de la situación que el paciente vive. Porque la seguridad relacional se ve reforzada cuando sentimos a nuestros pacientes como personas verdaderamente importantes para nosotros-as, dignos-as de ser respetados-as y amados-as. Y es desde esa profundidad e incondicionalidad de la acogida y del vínculo ofrecido desde donde establecemos ese marco en el que nuestro paciente puede encontrar la seguridad para expresar, valorar, sentir y, poco a poco, salir fortalecido para afrontar la vida.
Acoger a un paciente en duelo significa saber atender cada una de las distintas necesidades relacionales que éste nos traiga.
Escuchar lo que nos cuentan y sienten de forma auténtica, respetando su manera de hacerlo, ya sea con mucho o poco detalle, de forma ordenada o desordenada, reiterada o telegráfica, con llanto o serenidad…, es la primera necesidad a atender desde el momento en que nos conocemos. Ser escuchados-as es algo importante y necesario que ellos-as necesitan y que a nosotros nos ofrece una gran cantidad de información más allá de los datos expuestos. Y es que escuchar hasta que el paciente se silencia de forma espontánea es algo muy distinto a interrogarlo para extraer determinada información, ya que preguntando obtenemos datos, pero escuchando pacientemente, acogemos toda la riqueza expresiva de su vivencia, qué es aquello que explica primero y qué después, qué detalles manifiesta y cuáles omite, con qué aspectos se emociona y con cuáles acude a creencias que le ayudan a sostenerse, con qué conecta y con qué no, qué personas refiere y cuales evita, con cuáles se siente acompañado y con cuáles decepcionado…. En definitiva, todo lo dicho y expresado en su personal manera, nos sirve para acercarnos a comprender y a sentir la forma de vivir su duelo, porque su forma es única y, por tanto, no podemos reducirla ni simplificarla a la mera obtención de datos.
Y mientras escuchamos, es necesario que podamos sostener y permitir la expresión de su emoción, sea esta tímida o intensa, desconsolada o contenida, dándole el espacio que necesite, sin pretender cambiarla ni atenuarla. Atrevámonos a reflejar lo que nos llega y nos toca, hagámosles saber que son vistos-as, sentidos-as, comprendidos-as en su vivencia. Porque ellos en un primer momento no buscan tanto el alivio de su dolor como que éste pueda ser expresado en toda su forma y expresión. No son pocas las veces en las que una persona en duelo te expresa la incomprensión que siente cuando las personas de su entorno más que escucharles convierten su encuentro en algo parecido a una tertulia, explicando uno-a su vivencia personal y el otro-a explicando a veces las suyas o incluso las que le vivieron sus vecinos-as o amigos-as de sus amigos-as, o incluso, interrumpen tu relato haciéndote preguntas que te llevan a otro lado… En el fondo lo que a la persona en duelo le llega es que es un espacio en el que uno habla pero realmente no es comprendido, no ha llegado la profundidad de la vivencia, o si ha llegado, no han sabido sostenerla, ni manejar el dolor expresado ya que, consciente o inconscientemente, se ha acabado desviando la atención hacia otro lugar, algo descorazonador para el doliente pues le lleva sentirse en un lugar desconectado del mundo que le rodea. De ahí que como terapeuta tengamos la responsabilidad de crear esa relación de intimidad y seguridad que les permita no tener que esconder ni reprimir su expresión emocional.
Respetar, dar valor y reconocer la manera única y singular de llevar un duelo es algo que hace que la persona se sienta, vista, comprendida, acompañada. Porque alivia percibir que al otro le llega y le impacta tu vivencia, aunque personalmente no hayas pasado por algo igual, ya que en caso de que para ella eso fuera algo importante, ten por seguro que te lo preguntará.
Todos tenemos derecho a vivir nuestro dolor a nuestra manera, a elegir cómo queremos transitarlo, a tomar las decisiones que de éste se deriven. De ahí que nuestro papel es ayudarles a transitar su experiencia, caminando a su lado, escuchándolos, reconociéndolos y apreciándolos en su singularidad. Debemos garantizar que les proveemos de todo el espacio y el tiempo necesario para que puedan expresar tantas veces como necesiten su fragilidad, vulnerabilidad, su amor, su afecto, su gratitud… Porque el duelo no es ni más ni menos que el dolor que llega cuando has perdido algo que amabas profundamente.
Espero que este post te ayude a orientarte en cómo crear una relación segura y sostenedora de la vivencia con una persona en duelo. Porque cuando pierdes una relación, más que nunca, necesitas sentirte acariciado relacionalmente por los que te rodean y el primer paso para conseguirlo es escucharlos dejándote impactar emocionalmente en lo que ellos viven y cuentan.