El duelo, la familia y la convivencia
04/17/2023

Hemos hablado mucho de cómo es el duelo en la persona, y que éste es un proceso individual y único. Hoy quiero dedicarle un espacio a la convivencia familiar cuando la pérdida afecta a toda familia o es un miembro de ésta y, consecuentemente, cada uno de los miembros está haciendo su propio duelo, en un intento de ayudaros a comprenderla y a manteneros juntos en este difícil y doloroso momento.

En estos casos nos hallamos ante dos procesos simultáneos: la vivencia individual y la vivencia de toda la familia en su conjunto, en su afectación a sus rutinas, sus normas, sus códigos…

Si en una familia muere uno de los hijos, cada miembro de la pareja se verá afectado de forma distinta en función de la relación que tuviera con el hijo fallecido y también por la distinta manera que tenga cada uno de ellos de afrontar la pérdida, el dolor y el sufrimiento. Mientras que esta forma de afrontarlo individual y entre ambos, a su vez va a afectar a su relación con cada uno de los hijos supervivientes. Y es que ante una situación así, a veces los cónyuges se distancian y otras veces, menos frecuentemente, se unen más que nunca. O el hijo ve que uno de los dos es capaz de llorar y expresar su dolor, mientras que el otro intentar evitarlo y acallarlo para no añadir más sufrimiento al seno de la pareja y familia.

De la misma manera también puede suceder que los roles familiares cambien, siendo posible que los pequeños pasen a ser las figuras “protectoras de unos padres rotos” silenciando su duelo y comportándose de forma distinta a lo que les correspondería por edad.

También es importante comprender que cada miembro de la familia puede expresar distintas emociones frente al mismo hecho. Uno se sentirá principalmente triste mientras que otro miembro puede expresarlo mediante un enfado con todo y con todos, o con miedo a que algo así pueda volver a suceder a alguien querido.

O que cada uno tenga distintas necesidades: como hablar y compartir, retraerse y aislarse, no querer ver a nadie, o tener la necesidad de estar más que nunca junto a sus amigos del instituto, siendo todas ellas formas válidas de afrontar su dolor.

Y es que cada uno tenemos nuestra particular manera de vivir una pérdida. No hay una más apropiada que otra. ¡Simplemente es la nuestra!

Y ante todo ello, ¿qué podéis hacer? Aquí os dejo algunas recomendaciones para cuidaros:

  La primera norma es respeto a la forma que cada uno tiene de vivir el dolor

  No os juzguéis los unos a los otros, pues todos hacéis lo que podéis ante una situación así

  No os comparéis, cada uno necesita su tiempo, su ritmo. No es fácil afrontar una vida sin vuestro hijo, vuestro hermano y compañero de juegos y habitación, y no es fácil encontrar el camino para recordarle a la vez que volver a vivir la vida con ilusión.

  Compartid el dolor, el llanto, expresándolo como podáis, pero compartidlo. La pérdida de una relación se cura en relación. La soledad, en momentos puede ayudarnos, pero necesitamos del otro para aliviar nuestro dolor.

  Expresad sin reproches lo que necesitáis del otro. Pedir es una manera de estar activo tu proceso. No implica que el otro pueda dártelo, como a la inversa puede pasar cuando tú no eres capaz de hacer lo que el otro necesita. Piensa que, igual que tú, él o ella también está pasando por un momento difícil y doloroso. Pero al menos no te habrás quedado solo sin poder expresar tus necesidades a las personas que más quieres.

  Expresad vuestro afecto con un gesto, un beso o una caricia que os queréis y que, a pesar de lo difícil que resulta, hacéis lo posible para juntos manteneros a flote.

  Y sobre todo escucharos sin interrumpiros, haceos testigos del dolor del otro sin valorarlo ni cuestionarlo. ¡Es tan importante sentirse visto y reconocido en tu dolor por el otro! 

Ninguna de ellas son tareas fáciles cuando todos estáis pasando por una pérdida tan importante, pero es bueno que sepáis lo que puede ayudaros y lo que no. Y sobre todo, no confundáis que no hay que tener prisa en recorrer este difícil camino con el mito de que “el tiempo lo cura todo”. El tiempo no cura, aunque en ocasiones si puede atenuar el dolor. El proceso de duelo requiere de aprender a recolocar esa relación en nuestra vida y para ello es necesario cuidarse, hablar de lo que os duele, de lo que os falta, de lo que os daba, de lo que significaba esa persona en vuestra vida.

Es posible que alguno de los miembros de la familia, y por tanto que no todos, necesiten ayuda para sentirse apoyado y acompañado en una vivencia como ésta. Facilita esta necesidad sin obligar al resto a tomar una iniciativa que no sienten o que no están preparados para ello, pues el duelo, dentro de una familia, además de la vivencia familiar del duelo también hay una vivencia individual que atender.

Si conoces a alguien que esté pasando por una situación similar y crees que necesite ayuda, no dudes en ponerlo en contacto conmigo.

Médico terapeuta
en pérdidas y duelo provocadas
por enfermedad o muerte.

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