El duelo en la vejez: ¿Infantilizamos a nuestros mayores?
11/14/2022

Poco se habla del duelo en las personas mayores, y en ocasiones, los hijos minusvaloramos su capacidad para hacer frente a su duelo. Es cierto que cada persona vive la pérdida de forma distinta. Algunas mostrarán una respuesta adecuada, incluso experimentarán un crecimiento personal. Otras, se sentirán aturdidas, desorientadas y pudiendo llegar a tener dificultades para mantener sus actividades ordinarias. En este caso será importante estar atentos para evitar que desencadenen un cuadro de depresión y, aunque os suene extraño en estas edades, que aparezcan actitudes autodestructivas que compliquen su duelo.

Hoy en día la esperanza de vida cada vez se alarga más, y muchos de nuestros mayores gozan de un grado de adaptabilidad a las situaciones elevado. Y es precisamente por su edad, por todo lo que han vivido en su larga vida, que saben lo que significa tener que aceptar las múltiples pérdidas que ya llevan a sus espaldas: pérdida de la vida profesional, de su pareja, de amigos importantes, algunas limitaciones físicas, a veces económicas, la pérdida de su casa al trasladarse a una residencia,… De ahí que su bagaje previo, su forma de afrontar las distintas crisis en su larga vida, será un factor que les predisponga a la resolución o no del nuevo duelo al que ha de hacer frente.

Cuando la persona mayor tiene aún la capacidad de adaptarse es muy importante evitar la sobreprotección o infantilización del anciano. Debemos darle tiempo para que conecte con sus recursos internos y pueda hacer su duelo. A veces somos nosotros, los hijos o hijas, quienes más los juzgamos sin ponernos en su edad, en un momento vital en donde todo sucede a otro ritmo. También hemos de respetar sus espacios y sus decisiones, es decir su autonomía, aunque no siempre coincida con lo que nosotros desearíamos para ellos. Forzándoles a cumplir con nuestras decisiones no los respetamos, sino que los estamos tratando como personas que no saben y que no tienen capacidad para saber lo que les ayuda y, de alguna manera, les estamos diciendo que son “un cero a la izquierda”. 

Hay ancianos viudos que quieren seguir viviendo en su casa, solos sin su pareja, aunque se tengan que revisar algunos temas logísticos de la casa. De obligarles a ir a una residencia tras la muerte de su pareja, les estamos abocando a vivir un segundo duelo que, a veces, puede resultar incluso más dañino que el primero. El primero llegó por las circunstancias de la vida, pero el segundo fue impuesto por alguien de la familia sin su consentimiento.

Ahora bien, lo que sí que podéis hacer como familiares, es estar atentos a cómo evoluciona su vivencia de la pérdida, pues a veces van poco a poco cayendo en una apatía que les consume y que no son capaces de remontar. De ser este el caso, es importante que pidáis ayuda pues siempre es mejor intervenir cuando los comportamientos no se han enquistado aún. 

Algunas cosas a las que debéis prestar atención si se prolongan por más de 6 meses son:

  • Si de entrada no quiere ir a los rituales de despedida
  • Si no quiere tocar nada de la persona fallecida
  • Si modifica su estilo de vida sustancialmente: cambios en sus horarios, si come mal, no duerme, no se asea, no toma la medicación….
  • Si se aísla de sus amigos o seres queridos y no quiere salir ni a pasear, al restaurante, al cine…
  • Si no quiere que se nombre a la persona fallecida ni que se hable de él o ella.
  • Si tiene reacciones emocionales exageradas ante cosas pequeñas
  • Si se siente culpable de lo sucedido o culpable de seguir viviendo
  • Si piensa o verbaliza que continuamente en que quiere reunirse con su ser querido

Estos comportamientos llevan, si no los acompañamos, hacia un deterioro de su vida personal y social que con frecuencia puede acabar en un duelo complicado y/o en una tristeza constante, ansiedad, o depresión asociadas

Si reconoces en tu ser querido alguno de estos síntomas, no dudes en pedir ayuda a un profesional que os pueda asesorar y acompañarle durante este proceso.  

Médico terapeuta
en pérdidas y duelo provocadas
por enfermedad o muerte.

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