Los profesionales que atendemos a personas en duelo, sabemos de la importancia de poder diferenciar entre un estado depresivo del duelo y la depresión mayor dado que ésta última es una enfermedad importante que requiere ser diagnosticada y tratada durante un largo plazo. Y es que, a veces, es una delgada línea que separa estas dos vivencias ya que comparten sintomatología como es la tristeza intensa, el llanto desconsolado, pérdida de ilusión y de motivación, la apatía, el no poder dormir bien ya sea por no poder conciliar el sueño o porque éste se rompe varias veces en una noche, por que aparecen pensamientos recurrentes, porque nos sentimos culpables de cosas que han sucedido y que no hemos sabido gestionar, por la necesidad de aislamiento… Y sin embargo, son dos situaciones diferentes que requieren tratamientos distintos.
El DSM-IV (Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales) hacía un diagnóstico diferencial entre duelo y depresión basado en el tiempo. Si se cumplian los criterios diagnósticos de la depresión mayor pero aún no habían pasado dos meses desde la pérdida de un ser querido, hablábamos de duelo; mientras que ante los mismos criterios si habían pasado más de dos meses, hablábamos de depresión mayor. Lo que, dicho de otra manera, quedaba excluía la posibilidad de diagnosticar una depresión mayor en los casos en los que se había perdido a un ser querido hasta que no hubieran pasado los dos meses de su fallecimiento. El caso es que si bien este criterio era fácil de aplicar, no recogía bien la realidad clínica que nos permitiera diferenciar estas dos situaciones. De ahí que en el DSM-V, ya no se contempla esta exclusión temporal.
Por otro lado hemos dicho muchas veces que el duelo es un proceso sano, natural y único de adaptación a una pérdida que no tiene una duración exacta y que no hay un tiempo determinado para superarlo, por lo que el criterio tiempo no nos ayuda a considerar el duelo como normal, o a entenderlo como patológico. Y también sabemos que, en la mayor parte de los casos, la experiencia nos indica que llevar a cabo las tareas propias del duelo puede llevar al doliente entre uno y dos años.
Entonces, ¿qué criterios debemos utilizar para diferenciar el duelo sano de un trastorno depresivo? ¿Qué sintomatología comparten ambas situaciones, o qué sintomatología las hace diferentes?
Podemos decir que tanto en el duelo como en la depresión mayor aparecen síntomas como la tristeza intensa, el abatimiento, el desinterés por las actividades que con anterioridad se venían realizando, el abatimiento, la desgana, la apatía,…
Pero también hay otros síntomas recogidos en el DSM-V que pueden ayudarnos a diferenciarlos como son:
– En el duelo los sentimientos difíciles van y vienen como oleadas, momentos en los que se intensifican y momentos en los que calman, mientras que en la depresión presenta un estado de ánimo depresivo y negativo continuado.
– En el duelo el dolor, la tristeza y la desesperanza son intermitentes, es decir, hay momentos de dolor acompañados también por momentos de esperanza en los que incluso podemos reír, recordar momentos bonitos de la relación, mientras que la depresión no presenta esta intermitencia.
– En el duelo el sentimiento predominante es el vacío si bien conviven otros sentimientos en los que también puede haber gratitud, mientras que en el trastorno depresivo hay una incapacidad manifiesta de expresar felicidad o placer.
– En el duelo los pensamientos suelen dirigirse hacia la persona fallecida y hacia los recuerdos y vivencias asociadas a ella, mientras que en la depresión no hay una correlación con un contenido cognitivo concreto.
– En el duelo, si aparece una ideación suicida está relacionada con el deseo de reunirse con su ser querido, mientras que en la depresión se relaciona con el deseo de morir.
– Las sintomatología del duelo pasados los 6 meses suele reducir su frecuencia e intensidad porque suele haber un avance en elaboración de las tareas del duelo, mientras que en la depresión la persona no avanza en su proceso y se va afianzando en la pérdida de sentido de vida y en su incapacidad de expresar felicidad o de ver la vida más allá del dolor y del sufrimiento.
Y también quiero añadir a esta lista un síntoma más que Alba Payás ella señalaba y es:
– En el duelo la autoestima está normalmente preservada, mientras que en la depresión mayor los sentimientos de inutilidad, incapacidad y de baja autoestima son recurrentes.
Todas estas indicaciones pueden ayudarnos a comprender y a diferenciar el duelo de un trastorno depresivo mayor y, por tanto, a hacer un diagnóstico adecuado que evite la medicalización innecesaria de aquellos duelos normales y adaptativos y a favorecer la derivación a profesionales especializados que puedan ayudar a las personas a elaborar las tareas propias del duelo y a vivir mejor el proceso, contribuyendo con esta prescripción a la prevención de la cronificación o complicación del duelo.
Ahora bien, y como siempre, será el criterio y la experiencia del clínico lo que permita distinguir un duelo normal de uno que no lo es, de un dolor de intensidad alta de uno con una intensidad incapacitante, de una evolución lenta de una imperceptible que le lleve a valorar si la duración es excesiva y apropiada.
Si eres profesional sanitario y tienes dudas sobre cómo poder diferenciar la depresión grave de un proceso de duelo, te invito a que puedas ponerte en contacto conmigo y poder aclarar tus dudas al respecto.