Perder a una de esas pocas personas significativas en tu vida puede ser una vivencia muy dolorosa y difícil de afrontar ya que impacta simultáneamente en todas las dimensiones de nuestra existencia: física, mental, emocional, espiritual, social…
Nuestro cuerpo parece no encontrar la energía necesaria para levantarse, nuestra mente está atrapada intentando imaginar cómo hacer frente a la vida sin él o ella, nuestras emociones se suceden y simultanean sin descanso pasando de la tristeza a la culpa, del miedo al enfado…, mientras nuestro sostén espiritual se desmorona sin saber qué es lo que ahora da sentido a nuestra vida, sin saber hacia dónde ir ni qué hacer. Y esta vivencia tan profunda nos sumerge en un estado de abatimiento y desorientación que nos dificulta seguir con los quehaceres cotidianos y la que trae una sensación de pérdida de control sobre nuestra vida.
Y quiero que sepas que es normal que todo esto esté sucediendo y que sea para ti una experiencia agotadora.
Y para intentar ayudarte a hacer frente a esta situación quería decirte que es bueno dar a tu día un mínimo de rutina. La rutina te ayudará a no tener qué pensar que hacer a continuación y te facilitará cuidarte y a poner un poco de orden en tu día. Tener un plan y una manera de organizar tus quehaceres diarios es mejor que empezar el día sin saber cómo afrontarlos. De esta manera mejorarás la sensación de que empiezas a controlar tu día y que no es el día el que te controla a ti.
Aquí te dejo unas ideas para incorporar a modo de rutinas que pueden ayudarte a retomar el rumbo:
Haz dos versiones para tu plan diario. En la opción A prioriza tu descanso, estar contigo mismo-a, tu silencio, tu intimidad. En la opción B incluye alguna actividad social como salir a pasear con una amiga, ir a comprar ó a la peluquería, ir a comer a casa de un familiar… y organízate para realizarla. Y, si llegado el momento decides que no encuentras las fuerzas suficientes para llevar a cabo este plan B, date permiso para cancelarlo y controlar lo que más te conviene sin castigarte por ello. Recuerda que has de ser amable contigo mismo-a y que hay días mejores y peores. Acabar el día sabiendo que te has cuidado es ya un gran logro.
De las tareas que surjan, prioriza atender las que son importantes y/o si surge alguna urgencia. Si tienes niños ellos son un gran motor que te ayudarán a sostenerte, si bien es muy importante que te acostumbres a reservar un tiempo a diario para cuidar de ti y de aquello que sientes que necesitas. Difícilmente podrás sostener a los tuyos si no cuidas tu descanso, tu alimentación, tu actividad diaria, tu mente con un poco de distracción, a la vez que también alimentas tu alma.
En tu día a día pon pequeñas metas que sean alcanzables sabiendo que tu ritmo es lento y que tu energía es bajita. Sé benévolo con el logro alcanzado sabiendo que no estás al cien por cien.
Aprende a simplificar tu día poniéndote las cosas fáciles y bajando tu actividad. Cocina de forma sencilla y saludable. Organiza la compra y los menús con el fin de evitar pensar en la comida dos veces cada día. Reduce el número de reuniones de trabajo, reuniones sociales, clases de gym, yoga, pádel… Evita poner orden a todo o hacer limpiezas en profundidad, a la vez que encuentras el equilibrio que te permita sentirte a gusto en casa.
Incorpora aprender a pedir ayuda a tus familiares o a algún papá o mamá del cole para que te echen una mano con la logística de las actividades escolares o extraescolares de tus hijos-as, con algún trámite que te surja, ir al médico o con cualquier otra tarea cotidiana. No te avergüences ni te sientas culpable por sentir que no llegas a todo.
Añade a tus hábitos sociales rodearte principalmente de personas con las que te sientas cómodo-a sin tener que andar justificando cómo te sientes. Busca tanto momentos de calidad y personas de confianza para poder desahogarte, expresar tu vivencia y hablar de tu ser querido, como momentos en los que distraerte. Permítete aceptar que no todos los días necesitas hablar de ti o de él-ella, ya que también tendrás días en los que sentir que puedes recuperar la normalidad sea lo que más necesites.
Y recuerda que plantearse grandes planes o significativos cambios vitales no forma parte del concepto “rutina” del que estamos hablando. No es el momento. No tienes aún ni la fuerza ni la claridad suficiente para embarcarte en este tipo de quehaceres. Ten paciencia contigo mismo-a y prioriza tu tiempo para cuidarte, reconocerte y renovar el sentido de tu vida sin él o ella.
Deseo que estas pautas puedan ayudarte a hacer más ligera la carga de los quehaceres cotidianos en este momento tan especial que estás viviendo.