El humor es un recurso que nos ayuda a quitar hierro de una situación, a distanciarnos de ella y a sobrellevar situaciones difíciles o dolorosas, si bien no hay una postura clara acerca del impacto del uso del humor en el proceso de duelo.
El humor, en la mayor parte de las situaciones, tiene un efecto socializante al necesitar a alguien para compartirlo. Y en duelo tener a alguien con quién compartir tu vivencia siempre es de gran ayuda, pero no por ello el humor va a ser la fórmula universal e infalible que nos ayude a acompañar a la persona en duelo, ya que el duelo es una vivencia única e irrepetible que depende de cada relación, momento y circunstancia vital en los que se origina.
Utilizar el humor con una persona en duelo puede ser vivido como una falta de respeto, como algo que para nada encaja con el dolor de la pérdida. Para un doliente recibir una broma, o incluso oír a alguien reír, puede llegar a molestar aunque nada haya sido dicho con mala intención. Y es que en momentos de mucho dolor, a la persona en duelo le puede resultar extraño ver que alrededor suyo la vida continúa cuando para ella la vida parece haberse detenido. Por ello suele ser prudente no recurrir al humor en un intento de aliviar tensión si la persona en duelo no lo ha utilizado antes.
No obstante, seguro que os habréis encontrado con alguna persona que en algún momento si que haya recurrido al humor en su duelo. Mi consejo, aún en estos casos, sería ser prudente de utilizarlo, salvo que tengáis una relación de mucha confianza que os haga saber o intuir que esa broma va a ser bien acogida. Otra cosa es que la persona de por sí sea una persona que siempre ha utilizado el humor de forma natural y en muchas circunstancias de su vida. En este contexto, no creo que el humor deba excluirse de su forma de afrontar su pérdida, ni tampoco creo que le moleste si vosotros, con prudencia, la acompañáis desde esa sintonía.
Y es que utilizar el humor, como también puede ser encerrarse en el trabajo, enfadarse con el mundo, aislarse al sentirse incomprendido-a, adoptar conductas de riesgo, calmar el dolor comiendo, tragarse toda una serie de una sentada, o cualquiera que sea la forma que la persona elija, es una más de las distintas maneras posibles de hacer frente al duelo y debemos respetarla sin juicios ni críticas, pues cada persona elige y tiene su propia manera vivirlo.
En el proceso de duelo el humor puede ser un recurso natural que ayude a la persona a suavizar su dolor facilitando una aproximación a la realidad desde una perspectiva distinta. En otras ocasiones puede ser una vía de escape que le ayude a no conectar con el dolor, a negarlo o a protegerse de éste. Sea cual sea el mecanismo que opere estará bien siempre que el duelo siga su curso y vaya poco a poco avanzando. Ahora bien, si esta estrategia hace que se oculten otras emociones, o que ciertos aspectos del duelo se detengan en el tiempo sin llegar a acceder a ellos, o si vemos que se está minimizando la importancia del duelo, debemos preguntarnos si el proceso de este duelo está siendo saludable.
Aceptar la pérdida y avanzar en tu duelo significa poder volver a retomar tus rutinas y a disfrutar con aquellas cosas que te gustaban como podía ser salir a cenar, a bailar, ir al cine, de excursión y divertirse una tarde con la familia o con los amigos. Lo que a veces ocurre es que cuando eso empieza a suceder la persona se siente culpable de haber pasado un buen rato, de haberse olvidado de su ser querido en un agradable encuentro, de sentirse bien, de volver a sus rutinas, o incluso de reír. Pero no hay ninguna culpa en el hecho de recuperarnos y de volver a vivir ya que el curso del duelo, tomemos el camino que tomemos, debe llevarnos ahí, a volver a disfrutar de la vida y a ser de nuevo felices.
En definitiva si aparece el humor en una persona en duelo no es nada de lo que debáis preocuparos tanto si aparece como elemento protector del dolor, como si suaviza la manera de acercarse a ciertas circunstancias, pues es un recurso más que los muchos tenemos. Y como acompañantes, os aconsejo sed prudentes en su uso adaptándoos al registro de la persona, quedándoos un poco por detrás de su tono y en su uso sin llegar al sarcasmo ni al humor negro.