A veces el duelo se asocia sólo al proceso que rodea la muerte de un ser querido, pero lo cierto es que esta experiencia no es la única que activa un duelo. Lo cierto es que cuando por diversas circunstancias de la vida perdemos un rol sentimos que, de alguna manera, también estamos perdiendo una parte de nuestra identidad, un duelo que también forma parte en nuestra vida. Te pondré algunos ejemplos:
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Cuando te divorcias, hay personas que sienten el vacío y el dolor de no ser “esposa o esposo” de alguien.
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Cuando los hijos se independizan y la pareja se queda sola y viven una experiencia de “nido vacío”, viven la pérdida de la identidad como padre o madre que hasta ahora habían desempeñado.
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Cuando una mujer es tratada de un cáncer de pecho hormono dependiente y de resultas de ello padece una menopausia anticipada que no le permite gestar a un hijo-a, puede originar el sentimiento de no poder ser madre.
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Cuando una persona por su edad o por una lesión tiene que abandonar su carrera profesional como profesional (abogado, arquitecto, deportista de élite…), siente que su identidad cambia
Estos u otros ejemplos hablan de que cuando desempeñamos un rol durante mucho tiempo o dejamos de poder alcanzar un sueño importante para el cual nos hemos preparado mucho, podemos sentir que una parte de nosotros-as se ha perdido y que emerge un dolor en la adaptación a la nueva realidad que la vida nos trae.
La verdad es que todos en la vida nos relacionamos a través de distintos roles: padres-hijos, esposo-esposa, amigo-amiga, profesional-cliente, jefe-subordinado, médico-paciente… Y el rol nos facilita en gran medida las relaciones porque socialmente hay unas normas de cómo se espera que nos comportemos y de sus límites, a la vez que nos ofrece un estatus que nos sitúa en una determinada posición. Por tanto, en ese ser hijos-as, hermanos-as, amigos-as, jefes-as, padres, madres…, sin darnos cuenta, adherimos esta identidad social a quienes somos y nos convertimos, al menos en parte, en el rol que desempeñamos. Como muestra de ello, fíjate que a la pregunta: ¿quién eres?, muchas veces respondemos diciendo que soy economista, madre de dos hijos y directora del área de fiscal de un determinado despacho.
El caso es que cuanto más sentimos nuestro rol y más nos identificamos con él, más dolorosa resulta su pérdida. Si nos identificamos principalmente por nuestra faceta profesional es normal que, al perder ese rol, esa condición, sintamos una gran pérdida de quién somos y vivamos un proceso de duelo. Lo mismo sucede cuando como padres o madres nos volcamos fundamentalmente en la crianza de nuestros hijos-as, o en la relación de pareja, dejando otras facetas de su vida relegadas a un segundo plano (relaciones sociales, trabajo…). Y al perder ese rol que da sentido a nuestra existencia es fácil que nos sintamos perdidos-as, desorientados-as, inseguros-as, además de sentir cualquier otra de las emociones que habitualmente acompañan a la pérdida: tristeza, abatimiento, culpa, ira…
En estos casos el duelo nos llevará a reajustar el concepto de lo que hasta ahora era nuestra identidad, necesitando crear un nuevo relato, una nueva historia que albergue esa pérdida dentro de quienes seguimos siendo. En ocasiones esta pérdida de rol llega de forma traumática, sin tiempo para prepararnos, sintiendo que es injusta y que nos roba la identidad en la que hasta ahora nos reconocíamos, como puede ser el caso de un superviviente de cáncer o de un divorcio en los que no tuvieron ningún control en la decisión.
El duelo por la pérdida de un rol o de una identidad es un proceso complejo que puede generar sentimientos profundos de vacío, incertidumbre y dolor. Más allá de la tristeza por aquello que se hemos perdido, lo que realmente se pone en juego es la reconstrucción del propio sentido del ser. Si un rol ha sido central en nuestra vida, su pérdida puede llevarnos a una crisis existencial que nos obligue a replantear quiénes somos sin esa identidad previamente asumida.
Sin embargo, este proceso, aunque doloroso, puede ser una oportunidad conocernos mejor y crecer. Aceptar la pérdida e integrar los cambios permite abrirnos a nuevas posibilidades, a descubrir aspectos inexplorados de nosotros-as mismos-as y a redefinir la propia identidad de manera más flexible y auténtica. Somos más que los roles que desempeñamos. Date el tiempo necesario para elaborar tu duelo, reconocer las emociones que surgen y, eventualmente, encontrar esas nuevas formas de significado y propósito en tu vida que te permitirán volver a ser feliz.