El duelo es un proceso complejo que impacta en todos los aspectos de nuestro ser: físico, emocional, racional y existencial. Del mismo modo influye en todos los ámbitos de nuestra vida: personal, familiar, social, laboral, en el ocio y en nuestro crecimiento. Por ello, es normal que experimentemos cambios en cualquiera de estas áreas siendo importante que las atendamos de igual manera que cuidamos nuestra tristeza o nuestra pena. Lo que sucede es que, a menudo, no lo hacemos así.
En nuestro cuerpo el duelo se manifiesta generando sensaciones y cambios físicos de muy diversa índole. Podemos ver alteradas nuestras rutinas de sueño, alimentación, ejercicio, nuestro nivel de energía, de bienestar general y nuestro sistema inmunológico, entre otros.
Las alteraciones del sueño son una de las afecciones físicas más comunes durante el duelo y pueden manifestarse de distintas maneras.
-
Dificultad para conciliar el sueño
-
Despertares frecuentes e interrupciones del descanso
-
Sensación de sueño poco reparador
-
Pesadillas o sueños con la persona o situación acontecida
El sueño es fundamental en nuestra salud física como en la mental. Dormir ofrece a nuestro cuerpo y a nuestra mente un tiempo para realizar una serie de procesos de regulación y recuperación que restauran nuestra energía vital, procesan el aprendizaje, reparan tejidos dañados, regulan la actividad neuronal, metabólica, térmica e inmunológica, entre otras.
El proceso del duelo lleva su tiempo y nos genera estrés y demanda una gran cantidad de energía interna. Por ello es importante tener un descanso reparador que favorezca nuestra recuperación y la de nuestro equilibrio mental y emocional. Satisfacer esta necesidad nos ayuda a afrontar el duelo de una manera más saludable y llevadera.
Cuando no descansamos bien, podemos experimentar fatiga, somnolencia, dificultad para concentrarnos, lentitud en el pensamiento e irritabilidad. Además de que también puede alterarnos la regulación del apetito, propiciar ansiedad, depresión o incluso favorecer conductas de riesgo.
Si estás en duelo y sientes que tu sueño no es reparador, conocer estas pautas puede ser de ayuda para ti, aunque su puesta en práctica no te resulte fácil en todo momento:
-
Mantén los horarios regulares: acuéstate y despiértate a una hora similar todos los días, incluso los fines de semana. La regularidad ayuda a estabilizar el ciclo del sueño.
-
Duerme entre 7 y 8 horas cada noche: Los procesos que el cerebro activa durante el sueño requieren de un tiempo para poder ser realizados.
-
Evita la exposición a luz azul antes de acostarte: La luz de dispositivos electrónicos como móviles, ordenadores y televisores dificultan tu descanso.
-
Regula la ingesta de líquidos antes de acostarte: beber en exceso o tomar alimentos diuréticos puede interrumpir tu sueño por la necesidad de ir al baño.
-
Modera el consumo de estimulantes: evita la cafeína, teína y el chocolate amargo.
-
Controla la alimentación a la hora de la cena: evita alimentos muy salados, picantes o ricos en grasas saturadas ya que pueden provocar digestiones pesadas y despertares frecuentes.
-
Reduce el consumo de alcohol y de azúcar por la noche: aunque el alcohol puede inducir la somnolencia inicial, también puede hacer que te despiertes a medianoche, igual que el azúcar, cuando sus niveles en sangre disminuyan.
-
Asegura un ambiente adecuado para dormir: mantén una iluminación tenue, un nivel de ruido bajo y una temperatura confortable en tu habitación a fin de que no perturben tu sueño.
Dado que el sueño es esencial para la recuperación física y el equilibrio emocional, es importante que le prestes la atención que merece. Priorizar el descanso forma parte de tu autocuidado. Adoptar hábitos saludables y crear un ambiente propicio para tu sueño te ayudará a recuperar la energía vital y a no sentirte tan cansada, contribuyendo a que puedas afrontar el duelo con mayor fortaleza y bienestar.