La muerte de un ser querido siempre genera un impacto profundo, incluso cuando no existe un vínculo de parentesco. Además, ciertas circunstancias de la pérdida, como un suicidio, una sobredosis, un accidente o un aborto (espontáneo o provocado), hacen que el proceso de duelo sea especialmente complejo al no recibir el reconocimiento o el apoyo que necesitan por parte del entorno social.
Un duelo desautorizado es todo aquel que es minimizado, ignorado, incomprendido o no apoyado por la sociedad.
El duelo es un proceso de adaptación a la vida tras esa pérdida que requiere acompañamiento y comprensión. Cuando alguien experimenta una pérdida, necesita un entorno social que le permita expresar su tristeza y compartir recuerdos, independientemente de las circunstancias de la muerte o del tipo de relación que tuviera con el fallecido.Si este apoyo no se da, el proceso de duelo puede volverse más complicado, dificultando su recuperación y perpetuando el dolor. Es una realidad que la cultura, los prejuicios y los estigmas juegan un papel clave en la desautorización de ciertos tipos de duelo.
Socialmente es bastante común el minimizar el impacto de una pérdida cuando la persona no es un familiar directo del fallecido. Esto afecta a aquellas personas con vínculos profundos pero no oficiales, como amigos cercanos, vecinos o parejas no casadas o todavía mantenidas en la intimidad. ¡Cuántas veces has oído juzgar a alguien cuando se toma una baja por la baja de un amigo o de una pareja incipiente! Este juicio es el que deslegitima el dolor de estas personas, de ahí que sea fundamental comprender que el grado de parentesco no define la intensidad del dolor ni la necesidad de apoyo.
También es común sobreproteger a niños, ancianos o personas con discapacidad psíquica, excluyéndolos de momentos clave, como informarles de la existencia de una enfermedad grave, de un mal pronóstico, de una situación de final de vida, o participar en un funeral. Si bien la intención de esta protección es evitarles sufrimiento, esta exclusión les niega la oportunidad de procesar la pérdida y recibir el apoyo necesario para afrontarla. No hemos de olvidar que el duelo afecta a todos, sin importar la edad o las circunstancias, y sea cual sea la situación éste requiere la compañía de personas cercanas.
Otro ejemplo de pérdida desautorizada es el duelo por un aborto, sea espontáneo o provocado. Con frecuencia oímos expresiones como “Tranquila, tendrás más hijos.”, “Pero ha sido un aborto deseado” que desautorizan el duelo por un proyecto de vida frustrado, por el hijo-a que no llegará y por las ilusiones que no se cumplirán. Reconocer esta pérdida como real es necesario para que los padres puedan procesar su dolor de manera saludable.
El suicidio es otro de los tipos de pérdida estigmatizados. Los familiares o amigos del fallecido suelen cargar con sentimientos de culpa y de vergüenza por no darse cuenta de la situación, por no haber hecho algo…, y con una falta de apoyo social que les lleva al aislamiento aumentado todavía más su sufrimiento. Es esencial comprender que muchos suicidios tienen su origen en problemas de salud mental o en contextos de sufrimiento extremo, y que nadie es responsable de las decisiones de otra persona.
Todo estigma lleva a los dolientes, en estas u otras situaciones, a ocultar la verdadera causa del fallecimiento para evitar juicios y comentarios insensibles. Y aunque esta estrategia puede parecer una solución, implica un coste emocional elevado por la soledad y por la carga del miedo de ser descubiertos y la falta de reconocimiento de su dolor.
Ante todo ello, para afrontar estos duelos desautorizados es importante.
Reconocer el dolor que sentimos y validarlo. Ignorar o minimizar el dolor no hace que éste desaparezca sino que lo perpetúa.
Hablar del duelo y del ser querido fallecido es una manera de evitar el aislamiento que la persona siente cuando no puede expresar y compartir su vivencia. No tengas miedo a recordar o a hablar de tu ser querido.
Acudir a un profesional de duelo: En algunos casos, este apoyo puede ser clave para que la persona pueda gestionar su dolor y avanzar en su proceso y crecimiento.
Romper tabúes y prejuicios: Todos tenemos la responsabilidad de eliminar los estigmas que rodean ciertos tipos de pérdida. El duelo forma parte de la vida y debe ser acompañado, no juzgado.
Los duelos desautorizados son una realidad a la que se enfrentan muchas personas y reconocerlos es el primer paso para construir una sociedad más empática y humana. Todos tenemos derecho a ser acompañados sin importar las circunstancias o los vínculos formales que tuvimos con el fallecido. Aprender a acompañarlo nos hace mejores como personas y como sociedad.