Gracias a los avances en la neurociencia, el autoconocimiento, la espiritualidad, la meditación, el yoga… vamos tomando más consciencia de que somos una unidad perfectamente interrelacionada, siendo nuestro cuerpo mente, y nuestra mente cuerpo, y siendo nuestro cuerpo una puerta de entrada fiable para llegar a nosotros mismos, de modo que podemos utilizarlo activamente en la recuperación de aquella armonía y bienestar que ya no tenemos.
Por ello debemos aprender a estar atentas a nosotras mismas, en conciencia plena, para poder recoger todo lo que sucede en nuestro interior cuando estamos en duelo. Y es que, a veces, con tantas prisas y tanta información exterior, nos desconectamos de lo que nuestro cuerpo manifiesta y de nuestra vivencia interna.
Y es que escuchar con conciencia plena, significa hacer una pequeña pausa, detenernos para poder poner atención a todo lo que sucede en nosotras tras la vivencia de nuestra pérdida. Y es sólo en esa quietud y en ese silencio cuando nos damos cuenta de lo que simultáneamente habita en nosotras: los pensamientos que se repiten, las emociones que sentimos mientras damos vueltas a ese pensamiento, los síntomas o sensaciones más sutiles que se manifiestan en nuestro cuerpo, los impulsos, comportamientos o acciones que nos vemos llevando a cabo al tiempo que, con práctica, podemos escuchar también el significado profundo que representa toda esa respuesta interna (cuerpo, emoción, pensamiento, conducta) que está teniendo lugar al unísono en una misma experiencia.
Porque el cuerpo no solo se muestra en forma de dolor, fiebre o temblor sino que también nos ofrece sensaciones como fatiga, entumecimiento, malestar, vacío, rigidez, bloqueo, pesadez, hormigueo, ligereza, inquietud, insomnio… que muchas veces tratamos de silenciar con medicamentos que en un inicio, si son síntomas muy leves, nos calman pero que más tarde acaban por fracasar.
Y como pocas veces nos han hablado de ello, ni nos han enseñado o hemos practicado el parar, el silenciarnos para escuchar con conciencia plena nuestro mundo interior, nos cuesta o nos parece improductivo simplemente por falta de práctica. A veces nos cuesta aceptar lo que es, lo que está sucediendo ahora en nosotros, sin más, sin juzgarlo ni evitarlo.
Y es de ese parar y estar presentes con lo que hay de donde vienen los beneficios que nos brinda aprender la práctica del Mindfulness o Conciencia Plena. Pero para ello hemos de dar un paso, querer aprender y practicar desde la humildad del principiante que somos, sabiendo que es algo importante y necesario en nuestras vidas.
Porque el beneficio buscamos en esta mirada interna, única nuestra, no es en primera instancia la relajación. Al contrario, este bienestar interior va llegando a medida que somos capaces de vernos consciente y plenamente a nosotras mismas, pudiendo observar nuestra coherencia o advertir nuestras ambivalencias entre las distintas partes de nuestra experiencia. Y detenernos y poner foco en lo que nos pasa, da claridad a nuestra vivencia, la concreta y acota, ayudándonos a comprendernos mejor y a actuar de forma coherente con lo que pensamos y sentimos llegando a vivir esa alineación, esa sintonía entre nuestro cuerpo, emoción, mente, acto, que está llena de sentido como algo que nos serena y relaja.
Así que para recolocar internamente la vivencia de nuestras pérdidas es de gran ayuda ejercitarnos en la Conciencia Plena, detenernos para poder alinear las manifestaciones de nuestra propia experiencia, esa forma única en la que responde nuestro cuerpo, emoción, mente, conducta y esencia ante lo que la vida nos trae.