Cómo acompañar el duelo es una de las preguntas que me hacen con más frecuencia las personas que se hallan cerca de un ser querido que ha sufrido una pérdida.
No es de extrañar pues, en nuestro entorno, no se nos enseña a aprender a vivir una separación, la enfermedad de un familiar o de un amigo, su final de vida o, menos aún, a prepararnos para nuestra propia muerte. Así que, siendo éste nuestro punto de partida, es normal que te hagas esta pregunta cuando te encuentres ante una situación así, ya que la buena intención con la que intentamos dar consuelo no garantiza que nuestras palabras, en ocasiones, no les duelan.
Entonces, ¿qué debo decir cuando voy a un funeral?, ¿cómo acompaño a una amiga que ha perdido su bebé?, ¿es distinto el acompañamiento según el tipo de muerte, se ésta por enfermedad, suicidio, accidente…?, ¿debo llamar para ofrecerles salir y distraerse o debo darles tiempo para que se recuperen?
El duelo es un proceso que necesita y lleva su tiempo. Cuando has perdido a un ser querido, haya sucedido de una manera u otra, y se tenga la edad que se tenga, es muy doloroso no sentirse acompañado, comprendido, escuchado…
Por tanto, uno de los mejores consejos que puedo darte es el de que seas cercano y que estés atento a sus necesidades, ofreciéndole tu compañía y prestándote a ayudar en cosas concretas. No es suficiente decir estoy aquí para lo que necesites, o que puedes llamarme cuando quieras. Da un paso más, piensa en qué cosas concretas les podrías ayudar: con los niños, a llevarlos o recogerlos del cole esas primeras semanas, haciendo algún trámite con los papeles, a avisar a los amigos comunes, a acompañarle cuando vaya a recoger las pertenencias de su ser querido en la residencia donde vivía… Piensa en algo que, dada tu relación, sepas que puede serle de utilidad.
Y cuando recibas la noticia, la mayor parte de las veces, una frase corta y sincera es suficiente: Lo siento, no encuentro palabras de consuelo, pienso en ti,… O bien, si podéis acercaros a acompañarlos son importantes los pequeños gestos como un abrazo, un silencio, un darse la mano… que, si están hechos desde el corazón, llegan.
Así pues, se cercano, paciente, amable, cálido… Respeta su ritmo. No intentes cambiar de tema ya que lo que ellos necesitan es poder expresar lo que sienten y compartir lo sucedido. Tampoco intentes quitar importancia a la situación vivida minimizando su impacto con frases que muchas veces hemos oído del tipo: “Por suerte tu padre era mayor y había hecho su vida” o bien “Sois jóvenes, seguro que sin daros ni cuenta os quedaréis embarazados de nuevo” o “No te preocupes, antes o temprano todos tenemos que pasar por esto. Lo superarás” Estas son algunas de las frases que, aunque se dicen con buenas intenciones, pueden doler y mucho.
Recuerda que en esos momentos no son adecuados los consejos, ni tampoco decirles lo que en tu opinión deben hacer o dejar de hacer. Evita tomar la palabra para contar tu vivencia ante una pérdida similar, ya seas tuya o la de un conocido.
No impidas sus expresiones de dolor. Expresar el dolor no es inadecuado, al contrario.
El dolor compartido nos une, aleja la sensación de soledad y facilita que el duelo duela menos.
Acompañar el duelo es un acto de amor, de cercanía, de respeto, de confianza, en donde nuestra relación y nuestra incondicionalidad ayudará a restaurar el dolor generado por la pérdida de su ser querido.